Los Alcarrizos fueron fusilados
Santo Domingo, 10 de febrero de 1844.- . Una de las primeras manifestaciones de que la unidad de los dominicanos bajo el nuevo orden de cosas patrocinado por los haitianos no era unánime, lo constituyó la denominada “Revolución de Los Alcarrizos” que estalló a principios de 1824, es decir, dos años después del inicio de la dominación haitiana.
Este movimiento tenía por objetivo destruir el dominio haitiano y pasar a la parte del Este, de nuevo, bajo la bandera de España. Recibió su nombre de la población, cercana a Santo Domingo, de donde provenía uno de sus principales cabecillas.
El 15 de febrero de 1824 se celebró una reunión para ultimar los detalles de la rebelión que encabezaba Baltazar de Nova, y que tenía como protagonistas al cura Pedro González, párroco de Los Alcarrizos; Lázaro Núñez, capitán de la misma sección y José María de Altagracia, de Higüero.
Sin embargo, el cabecilla Nova tuvo la imprudencia de adelantarse a la hora del golpe, reuniendo hombres a la vista de todos en las inmediaciones del poblado de San Carlos, los cual puso en alerta a las autoridades encabezadas por el gobernador Borgellá, quien reunió unos 200 hombres del regimiento haitiano No. 12 para perseguir y dispersar a los amotinados.
Los capturados, como era de esperarse, fueron sometidos a juicio, y condenados el 8 de marzo, a la pena de muerte Lázaro Núñez, José María de Altagracia, Facundo de Medina y Juan Jiménez.
El presbítero Pedro González, Ignacio de Suárez, José Ramón Cabral y José Figueredo, fueron condenados a cinco años de prisión y otros más a penas menores. La sentencia fue ejecutada al día siguiente.
La severidad de las penas motivó a otros dominicanos no afectos con el nuevo estado de cosas a emigrar del país. De las regiones del Cibao, se citan a los Rojas, Espaillat, Pichardo, Portes, Salcedo y Del Monte, como del grupo de los emigrantes que salieron hacia Puerto Rico y Cuba.
El cabecilla de la rebelión, Baltazar de Nova, fue juzgado en contumacia y condenado a muerte, pero pudo escapar por el puerto de Cabo Haitiano. Se ha sabido que falleció hace algunos años en Venezuela.
Esta rebelión fue considerada muy importante tanto por dominicanos como por haitianos que entendían que la misma contaba con posibilidades de triunfo. Sin embargo, la debilidad del medio, así como la rápida y vigorosa represión de las autoridades haitianas, impidió su victoria final.
Es importante destacar la presencia de un miembro de la iglesia en el movimiento, pues la misma reafirma el general sentimiento de repulsa que este sector de la población sentía frente al nuevo orden de cosas, sino que, además, su prisión motivó los más airados comentarios.
Conspiración del Arzobispo Valera
Sociedad La Trinitaria
El gobierno español inició gestiones tendientes a reclamar al gobierno haitiano la devolución de la parte del Este de la isla. Como es de esperarse, estas pretensiones del gobierno español fueron rechazadas por los haitianos alegando la teoría de los “derechos perdidos”, pues la ocupación haitiana se había realizado luego de que España perdiera sus derechos sobre la parte del Este a consecuencia de la Independencia Efímera del Dr. Núñez de Cáceres.
Sin embargo, estas reclamaciones levantaron el ánimo de los grupos pro españoles que quedaban en esta parte, encabezados por el Arzobispo monseñor don Pedro Valera y Jiménez.
El gobernador Borgellá sospechaba que el prelado estaba en combinaciones con elementos afectos al grupo pro-español, principalmente con el nombrado Francisco Solá y otros individuos, quienes, según informaciones, se habían embarcado hacia Puerto Rico y Cuba, posesiones españolas, para obtener recursos para un levantamiento.
Según se ha informado, el gobierno haitiano mandó a asesinar al Arzobispo con un matón de apellido Romero, el cual se arrepintió a ultima hora y pidió perdón al prelado por la acción que intentaba.
Este incidente llegó a conocimiento de la población de Santo Domingo, lo que constituyó una situación bastante embarazosa para el gobierno haitiano, que ante la misma, expidió pasaporte al Arzobispo, para que abandonara el país, lo que hizo embarcándose por La Habana en julio de 1830.
Ante la situación creada, otras familias optaron por emigrar hacia las posesiones españolas en el Caribe.
Conspiración de La Reforma
El movimiento más importante, sin embargo, iba a salir de las propias filas haitianas: La Reforma.
Como se sabe, en el año 1823, Boyer debió sofocar varias conspiraciones de los partidarios de España en la parte del Este, un motín contra las tropas haitianas que vigilaban a un grupo de trabajadores que limpiaban el camino de Santiago a Puerto Plata, y en 1824 debió reprimir con mano dura, la rebelión de Los Alcarrizos.
Sin embargo, el mayor peligro para el régimen de Boyer provenía de los militares haitianos que encontraron motivos de queja en el tratado que reconoció la independencia de Haití a cambio de una indemnización de 150 millones de francos, así como en la crisis económica que afectaba, particularmente, al sector de bajos ingresos de la población de la isla.
No es sorpresa, pues, que el los dos años más importantes movimientos contra Boyer ocurrieran en el mismo año, 1838, aunque por motivos diferentes: la conspiración para asesinar al presidente Boyer y a su Secretario General, el ministro Inginac, y la conspiración dominicana iniciada con la fundación de la sociedad secreta “La Trinitaria”.
Hubo conspiraciones haitianas también en el 1837, encabezadas por militares negros del norte, aplacadas por la cuestión racial, que en Haití también tenía sus implicaciones.
Se sabe que los dominicanos, activados por la labor conspirativa de Juan Pablo Duarte, habían iniciado movimientos aislados de conspiración desde el año 1834, pero no es sino hasta julio de 1838, cuando el plan toma forma con la organización de La Trinitaria.
Las desavenencias en el seno del gobierno haitiano por la labor de algunos diputados desafectos al régimen y la represión a que fue sometido el cuerpo legislativo en general, y los diputados opositores en particular, solo dejaron abierta la vía de la revolución contra el gobierno de Boyer.
Los opositores al régimen de Boyer en Haití se organizaron en una “Sociedad de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, dirigida por H. Dumesle, que promovía banquetes con charlas y discursos en los que se enaltecían las ideas liberales y la necesidad de reformar el estado haitiano.
El gobierno sabia que detrás de los banquetes había una actividad conspirativa de primer orden, sobre todo en los pueblos del Norte como Los Cayos y Jeremie, pero no pudo actuar contra ellos, porque el terremoto del 7 de mayo de 1842 consumió todas las energías del régimen que ahora tenia que luchar también contra los elementos y el pillaje desatado en las ciudades destruidas, principalmente en Cabo Haitiano y Santiago
En septiembre de 1842, la Sociedad lanzó un manifiesto en el que atacaban el absolutismo de Boyer y en el interím se designo al general Charles Herard como comandante del movimiento.
Finalmente, el golpe fue dado el 27 de enero de 1843, en Praslin, en la finca de Herard y apoyado por la juventud de Santo Domingo en marzo de ese año. El gobierno de Boyer cayó el 14 de marzo y con él finalizaron veinticinco años de dictadura en Haití, de los cuales, la parte del Este tuvo que sufrir 21 largos años.
El triunfo del movimiento haitiano desataría las fuerzas contenidas de los dominicanos, ya organizados desde 1838, como veremos en la próxima entrega de El Diario de la Independencia.
Santo Domingo, 10 de febrero de 1844.- . Una de las primeras manifestaciones de que la unidad de los dominicanos bajo el nuevo orden de cosas patrocinado por los haitianos no era unánime, lo constituyó la denominada “Revolución de Los Alcarrizos” que estalló a principios de 1824, es decir, dos años después del inicio de la dominación haitiana.
Este movimiento tenía por objetivo destruir el dominio haitiano y pasar a la parte del Este, de nuevo, bajo la bandera de España. Recibió su nombre de la población, cercana a Santo Domingo, de donde provenía uno de sus principales cabecillas.
El 15 de febrero de 1824 se celebró una reunión para ultimar los detalles de la rebelión que encabezaba Baltazar de Nova, y que tenía como protagonistas al cura Pedro González, párroco de Los Alcarrizos; Lázaro Núñez, capitán de la misma sección y José María de Altagracia, de Higüero.
Sin embargo, el cabecilla Nova tuvo la imprudencia de adelantarse a la hora del golpe, reuniendo hombres a la vista de todos en las inmediaciones del poblado de San Carlos, los cual puso en alerta a las autoridades encabezadas por el gobernador Borgellá, quien reunió unos 200 hombres del regimiento haitiano No. 12 para perseguir y dispersar a los amotinados.
Los capturados, como era de esperarse, fueron sometidos a juicio, y condenados el 8 de marzo, a la pena de muerte Lázaro Núñez, José María de Altagracia, Facundo de Medina y Juan Jiménez.
El presbítero Pedro González, Ignacio de Suárez, José Ramón Cabral y José Figueredo, fueron condenados a cinco años de prisión y otros más a penas menores. La sentencia fue ejecutada al día siguiente.
La severidad de las penas motivó a otros dominicanos no afectos con el nuevo estado de cosas a emigrar del país. De las regiones del Cibao, se citan a los Rojas, Espaillat, Pichardo, Portes, Salcedo y Del Monte, como del grupo de los emigrantes que salieron hacia Puerto Rico y Cuba.
El cabecilla de la rebelión, Baltazar de Nova, fue juzgado en contumacia y condenado a muerte, pero pudo escapar por el puerto de Cabo Haitiano. Se ha sabido que falleció hace algunos años en Venezuela.
Esta rebelión fue considerada muy importante tanto por dominicanos como por haitianos que entendían que la misma contaba con posibilidades de triunfo. Sin embargo, la debilidad del medio, así como la rápida y vigorosa represión de las autoridades haitianas, impidió su victoria final.
Es importante destacar la presencia de un miembro de la iglesia en el movimiento, pues la misma reafirma el general sentimiento de repulsa que este sector de la población sentía frente al nuevo orden de cosas, sino que, además, su prisión motivó los más airados comentarios.
Conspiración del Arzobispo Valera
Sociedad La Trinitaria
El gobierno español inició gestiones tendientes a reclamar al gobierno haitiano la devolución de la parte del Este de la isla. Como es de esperarse, estas pretensiones del gobierno español fueron rechazadas por los haitianos alegando la teoría de los “derechos perdidos”, pues la ocupación haitiana se había realizado luego de que España perdiera sus derechos sobre la parte del Este a consecuencia de la Independencia Efímera del Dr. Núñez de Cáceres.
Sin embargo, estas reclamaciones levantaron el ánimo de los grupos pro españoles que quedaban en esta parte, encabezados por el Arzobispo monseñor don Pedro Valera y Jiménez.
El gobernador Borgellá sospechaba que el prelado estaba en combinaciones con elementos afectos al grupo pro-español, principalmente con el nombrado Francisco Solá y otros individuos, quienes, según informaciones, se habían embarcado hacia Puerto Rico y Cuba, posesiones españolas, para obtener recursos para un levantamiento.
Según se ha informado, el gobierno haitiano mandó a asesinar al Arzobispo con un matón de apellido Romero, el cual se arrepintió a ultima hora y pidió perdón al prelado por la acción que intentaba.
Este incidente llegó a conocimiento de la población de Santo Domingo, lo que constituyó una situación bastante embarazosa para el gobierno haitiano, que ante la misma, expidió pasaporte al Arzobispo, para que abandonara el país, lo que hizo embarcándose por La Habana en julio de 1830.
Ante la situación creada, otras familias optaron por emigrar hacia las posesiones españolas en el Caribe.
Conspiración de La Reforma
El movimiento más importante, sin embargo, iba a salir de las propias filas haitianas: La Reforma.
Como se sabe, en el año 1823, Boyer debió sofocar varias conspiraciones de los partidarios de España en la parte del Este, un motín contra las tropas haitianas que vigilaban a un grupo de trabajadores que limpiaban el camino de Santiago a Puerto Plata, y en 1824 debió reprimir con mano dura, la rebelión de Los Alcarrizos.
Sin embargo, el mayor peligro para el régimen de Boyer provenía de los militares haitianos que encontraron motivos de queja en el tratado que reconoció la independencia de Haití a cambio de una indemnización de 150 millones de francos, así como en la crisis económica que afectaba, particularmente, al sector de bajos ingresos de la población de la isla.
No es sorpresa, pues, que el los dos años más importantes movimientos contra Boyer ocurrieran en el mismo año, 1838, aunque por motivos diferentes: la conspiración para asesinar al presidente Boyer y a su Secretario General, el ministro Inginac, y la conspiración dominicana iniciada con la fundación de la sociedad secreta “La Trinitaria”.
Hubo conspiraciones haitianas también en el 1837, encabezadas por militares negros del norte, aplacadas por la cuestión racial, que en Haití también tenía sus implicaciones.
Se sabe que los dominicanos, activados por la labor conspirativa de Juan Pablo Duarte, habían iniciado movimientos aislados de conspiración desde el año 1834, pero no es sino hasta julio de 1838, cuando el plan toma forma con la organización de La Trinitaria.
Las desavenencias en el seno del gobierno haitiano por la labor de algunos diputados desafectos al régimen y la represión a que fue sometido el cuerpo legislativo en general, y los diputados opositores en particular, solo dejaron abierta la vía de la revolución contra el gobierno de Boyer.
Los opositores al régimen de Boyer en Haití se organizaron en una “Sociedad de los Derechos del Hombre y del Ciudadano”, dirigida por H. Dumesle, que promovía banquetes con charlas y discursos en los que se enaltecían las ideas liberales y la necesidad de reformar el estado haitiano.
El gobierno sabia que detrás de los banquetes había una actividad conspirativa de primer orden, sobre todo en los pueblos del Norte como Los Cayos y Jeremie, pero no pudo actuar contra ellos, porque el terremoto del 7 de mayo de 1842 consumió todas las energías del régimen que ahora tenia que luchar también contra los elementos y el pillaje desatado en las ciudades destruidas, principalmente en Cabo Haitiano y Santiago
En septiembre de 1842, la Sociedad lanzó un manifiesto en el que atacaban el absolutismo de Boyer y en el interím se designo al general Charles Herard como comandante del movimiento.
Finalmente, el golpe fue dado el 27 de enero de 1843, en Praslin, en la finca de Herard y apoyado por la juventud de Santo Domingo en marzo de ese año. El gobierno de Boyer cayó el 14 de marzo y con él finalizaron veinticinco años de dictadura en Haití, de los cuales, la parte del Este tuvo que sufrir 21 largos años.
El triunfo del movimiento haitiano desataría las fuerzas contenidas de los dominicanos, ya organizados desde 1838, como veremos en la próxima entrega de El Diario de la Independencia.
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